Estas cifras no son la combinación de una caja fuerte. Simplemente entrarán en las crónicas parlamentarias y por supuesto en la historia, cuando se estudie cómo fue el resultado que impidió uno de los fraudes fiscales, sino el mayor de la historia argentina. Ochenta y dos votos a favor de que todas las tabacaleras tengan que pagar el impuesto mínimo, como legalmente corresponde sin dañar el patrimonio nacional ni a las economías regionales, ni al Fondo Especial del Tabaco; setenta y siete en contra, en un entramado que pone bajo la lupa de qué modo se unieron esas voluntades intentando que Tabacalera Sarandí pueda seguir evadiendo el impuesto y que se le otorguen medidas cautelares de parte de jueces que no reciben sanciones; sesenta y nueve abstenciones, igualmente vergonzosas que las negativas y que de haberse avivado a tiempo y todos los que votaron en contra se hubiesen abstenido, habrían provocado la caída de este tema en particular, porque las abstenciones no pueden superar los votos positivos. Y por último: veintiocho ausentes, respecto de los cuales no cabe calificativos, porque a los diputados no se les paga por huir, sino para que vayan a votar. Sin ninguna duda, esta cuestión seguirá dando hilo para cortar, particularmente porque, pese la euforia oficialista, aún queda el pronunciamiento del Senado para que la ley Bases adquiera el carácter de tal. Otro escenario que también deparará grandes sorpresas.
Hacía mucho tiempo que no podía decirse que el voto afirmativo sobre un punto particular de una ley adquiriese dimensión patriótica y fuera un ejemplo de ética republicana. Quienes así votaron deben sentirse orgullosos de ello. No fue menor la tarea que con responsabilidad ciudadana emprendieron. También los memoriosos sostienen la enorme habilidad que desplegaron quienes construyeron esa mayoría, que además tiene la particularidad de ser la suma de varios sectores políticos encabezados por la solitaria insistencia del gobernador Gustavo Sáenz, quien fue el único mandatario que tozudamente expuso una posición férrea, irrenunciable e irreductible, con la plena convicción de que la imposición al tabaco no era una cuestión de lobbys cruzados como pretendió presentársela en sociedad, sino una monumental maniobra con ribetes mafiosos tendiente a consolidar un fraude fiscal por la falta de tributación de U$S800.000.000 millones anuales en desmedro de la Nación y las provincias, pues se trata de un tributo coparticipable. A Sáenz, artífice de ese logro, no le fue nada fácil conseguir su objetivo, pues amenazas y presiones mediante, luchó denodadamente hasta alcanzarlo.
La postura antagónica la mostraron cuatro de los siete diputados nacionales por Salta. Con el agravante de que tres de ellos son profesionales de las ciencias económicas como Zapata, Moreno y Estrada. Los representantes salteños de la Libertad Avanza, es decir Zapata, Moreno y Orozco votaron en contra. Estrada se abstuvo. Los otros tres, Outes Calleti, y Vega apoyaron la iniciativa del gobernador desde el bloque de Innovación Federal. Nunca más justo y equitativo que decir que los tres legisladores de Innovación Federal defendieron cabalmente los intereses de la Nación, la región y la provincia, enfrentándose a un entramado mafioso, sin miramientos ¿Que le dirán ahora a los salteños Zapata, Moreno, Orozco y Estrada? ¿Qué el tema estaba podrido como irresponsablemente manifiesta a los cuatro vientos José Luis Espert? Lo putrefacto no es el tema, sino las maquinaciones previas al tratamiento de la ley en el Congreso de la nación, que como bien dice Carlos Pagnien un artículo en el diario La nación, incluyó operaciones de inteligencias del inefable Antonio Stiusso. Al menos una vez, que la ética se imponga a quienes mienten y ocultan la verdad. De paso se evitó que la Argentina pierda millones de pesos en recaudación fiscal.