Chile atraviesa uno de los reacomodamientos electorales más profundos desde el retorno a la democracia. Los resultados de la primera vuelta presidencial provocaron un verdadero sismo político: la derecha —en todas sus vertientes, desde la tradicional hasta la más dura— emerge como la gran ganadora, mientras la izquierda llega al balotaje golpeada, sin capacidad clara de retener los apoyos que tuvo en ciclos anteriores.
Una primera vuelta que rompió pronósticos
La candidata oficialista, Jeannette Jara, consiguió encabezar la elección, pero por un margen estrecho y con un porcentaje menor al esperado por su propio sector. Su triunfo ajustado simboliza tanto la fragmentación del bloque progresista como el debilitamiento del espacio que llevó a Gabriel Boric al poder.
El segundo lugar fue para José Antonio Kast, figura central de la derecha radical. Su desempeño confirmó un crecimiento sostenido desde la elección anterior, impulsado sobre todo por el malestar ciudadano con la inseguridad, la migración irregular y la sensación de desorden institucional.
Aunque Kast no fue el candidato más votado, el conjunto de la derecha sumó un caudal superior al que tenía hace apenas cuatro años. La irrupción de otros aspirantes conservadores, que también obtuvieron apoyos significativos, consolidó un escenario en el que el péndulo político chileno se desplaza con fuerza hacia la derecha.
Seguridad, migración y orden: los temas que dominaron la campaña
Más allá de las propuestas económicas, la campaña estuvo marcada por el temor al crimen organizado, el impacto de bandas transnacionales y el deterioro de la convivencia en barrios urbanos. Las preocupaciones sobre migración irregular se transformaron en un motor electoral decisivo.
Kast capitalizó esa agenda con un discurso de autoridad, mano dura y revalorización de la identidad nacional. Ese tono sintonizó con una parte importante de la población que considera que el Estado ha sido incapaz de responder con firmeza a los nuevos desafíos delictivos.
La izquierda, pese a esfuerzos por reposicionar su programa en materia de seguridad, no logró instalar una narrativa igual de convincente, y pagó costos por la percepción de gestión insuficiente durante los últimos años.
El Congreso también gira hacia la derecha
Los resultados parlamentarios reforzaron la lectura del terremoto electoral. La derecha crecerá en ambas cámaras, lo que podría permitirle ejercer una presión significativa sobre el futuro gobierno —gane quien gane— y condicionar reformas estructurales.
Aunque aún no hay mayorías absolutas definidas, el avance conservador reconfigura los equilibrios y anticipa un período de negociaciones complejas en un sistema político que ya venía tensionado por el fin del proceso constituyente.
Un balotaje abierto y de pronóstico reservado
La segunda vuelta, que enfrentará a Jara y Kast, abrirá un debate sobre la identidad futura del país. La izquierda entrará al balotaje con la tarea urgente de reconstruir alianzas, retener a sectores moderados y combatir la apatía electoral en sus bases.
Kast, por su parte, buscará consolidar el voto conservador y moderado, presentándose como el candidato del orden, la estabilidad y la “vuelta a la normalidad”. Pero su desafío será evitar que el miedo a un giro radical hacia la derecha movilice a votantes que hoy se encuentran indecisos.
Un país en transformación
El terremoto electoral no solo refleja un cambio coyuntural: también expone un reordenamiento cultural y emocional más profundo. Para muchos chilenos, la promesa de cambio progresista perdió fuerza, mientras que la oferta de seguridad y autoridad ganó centralidad. Esa mutación del clima político explica por qué la derecha —incluyendo sus expresiones más duras— logró instalarse como opción mayoritaria.
El nuevo escenario deja claro que Chile se acerca a una decisión que marcará su rumbo durante la próxima década: mantener un proyecto progresista debilitado o abrirle las puertas a la derecha más robusta que haya tenido desde los años noventa.

