Pobre que te quiero pobre

El presidente Javier Milei se encuentra cómodo con la confrontación, la descalificación constante, la intolerancia al disenso, las amenazas y la ostentación de una personalidad desequilibrada. Desde el Estado nacional se impulsa una política de la crueldad y la humillación, en el sentido del disfrute del sufrimiento del otro. Queda poco espacio para la discusión y la construcción colectiva.

La crisis de representatividad en la política se ha hecho evidente. Frases que se escuchan por la calle “…está haciendo lo que dijo que iba hacer”, “hay que darle tiempo”, “…no me importa la política”, etc. Dejamos de creer en un proyecto político o como lo señala el filósofo Éric Sadin “dejamos de creer”.  Nos volvimos críticos y nos quedamos así, críticos con anteojeras que siguen a una persona que salió con una motosierra a las calles, a los medios tradicionales y por las redes, con la promesa de destruirlo todo.

Así llegó al centro de la escena mediática y en poco tiempo a la jefatura de Estado. Con una imposibilidad absoluta de reconocer los problemas que enfrenta su gobierno, ocupado en viajar y en posicionarse como líder de la ultraderecha a nivel internacional.

Con un vocero presidencial que festeja la pérdida de puestos de trabajo, todo indicaría que estamos frente a un experimento social. El presidente siente que es una especie de mesías, el orquestador de una psicopatía social. En una entrevista dijo venir de un futuro apocalíptico.

¿Que se vislumbra como proyecto de país?  No al empleo público, ni a los subsidios, tampoco planes sociales, no a la obra pública. El mercado como único horizonte y regulador social. Sin un plan de emergencia la situación se encamina a una crisis perpetua. Es cierto que el hartazgo de los ciudadanos se manifestó en contra de esos paliativos de los gobiernos anteriores, que fueron convirtiéndose en la única alternativa social que ofrecían de cara a la inestabilidad. Pero este gobierno tampoco propone una alternativa que muestre una salida frente a este gravísimo panorama de crisis.

Pobre´… como siempre

Este título del libro de Alicia Gutiérrez, un estudio sociológico realizado en los 90 sobre las estrategias de reproducción social dentro de contextos de pobreza, es un material de consulta indispensable para la reflexión actual. En la Argentina de Milei se impulsa un país con un 20% de sectores medios que vivan muy bien y un 80 % de ciudadanos pobres. ¿Eso es lo que sigue? La pobreza no incomoda, estamos frente a una nueva clase dirigencial sin capacidad de gobierno, dirigentes slogan, sin propuestas, sin gestión. Afianzados en despotricar a gobiernos anteriores y concentrados en el uso de plataformas para posicionarse, ganar seguidores y tiempo de permanencia e interacción en redes sociales. Lo paradójico es que un sector amplio de sus seguidores son ciudadanos pobres, a quienes ofrecen intercambios virtuales.

Hay regiones que no van ingresar al mercado o cuyo ingreso al mercado no va a generar el empleo suficiente donde la población encuentre un lugar o una posición medianamente estable. Por lo tanto, la situación deviene en presiones migratorias más fuertes. El ingreso al mercado a través de commodities generan una enorme inestabilidad, liga la situación económica al precio variable o peor aún liga la situación económica a una lotería de bienes.

Cuando hablamos de mercado hablamos de una concepción fetichista de la mercancía. Una relación entre cosas, donde la relación social humana no es una perspectiva que le interese ni a los gobernantes que representan al estado ni muchos menos al mercado que legitiman. Una de las propuestas de campaña del presidente era vender órganos para pagar deudas, comercializar partes del cuerpo humano. El mercado produce y los humanos son fuerza de trabajo y mercancía, es decir cosas. La no vinculación social, también constituye una mirada política, la esfera pública deja de ser el espacio de interés común, y pasa a ser un espacio peligroso, de control, vigilancia social y castigo. Se impulsa el mundo privado y el individualismo ciego y mezquino.

¿Qué es lo que disuelve el mercado?

Los lazos de solidaridad, las estrategias de supervivencia y las redes de contención social, la mirada humanizada, la experiencia de vida en común. El individualismo queda en el centro de la escena social y política. El otro es siempre sospechoso, culpable, blanco de odio y resentimiento, el que encarna todos los males y que justifica con su mera existencia los crímenes de odio. Sin una comunidad que brinda contención, reconocimiento y con lazos sociales rotos la desesperanza va ganando terreno.

Los pobres seguirán sumergidos en la pobreza. La crisis de la falta de trabajo va en aumento. Los trabajadores informales corren riesgo de perder sus puestos laborales o de quedar aún más precarizados, los que tienen trabajo quedan bajo la línea de la pobreza y la indigencia alcanza cifras alarmantes para un país con recursos. La brecha de la desigualdad económica va en aumento y el plan motosierra para achicar el estado continúa en cartelera. Necesitamos volver a un pacto común, superar la desconfianza y construir a través del diálogo. Es prioritario el encuentro de todos los sectores de la sociedad, tejer lazos y generar propuestas para salir de las acusaciones cruzadas, la violencia y la destrucción.

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