No siempre se entiende, que el desempeño de la función pública implica tener responsabilidades. Muy concretas en el caso de los legisladores, debido a que con su voto afirman o rechazan proyectos de ley, que posteriormente a su aprobación pueden convertirse en normas vigentes y que inciden en la vida de los argentinos. Es el caso de la reposición del Impuesto a las Ganancias, derogado a pedido del gobierno anterior, decisión que fue apoyada en su momento por los entonces diputados nacionales Javier Milei y Victoria Villarruel y ahora reincorporado por la ley Bases. También es sabido que las decisiones críticas no siempre provocan el aplauso inmediato, sino que con el transcurso del tiempo puede verse su utilidad o no. Asimismo hay que destacar con la creciente falta de actividad económica la recaudación fiscal en nuestro país, ha descendido a niveles preocupantes y mal que le pese a los dogmáticos del libertarianismo, el Estado no solamente es indispensable que exista, sino que hay que financiarlo. Para eso existen los impuestos. Quienes buscan que en cada acto o en cada decisión sobre políticas públicas encontrarán la aprobación inmediata de la gente, no sólo pecan de puerilidad o infantilismo, sino hasta de excesiva inocencia; o en su caso de temor a tomar determinaciones y asumir responsabilidades.
Recientemente, la esbelta diputada Emilia Orozco pretendió deslindar el sentido de su voto o directamente eludir su deber como legisladora, con total insensatez, aduciendo que la reposición de Ganancias se debió a un pedido de los gobernadores ¿Acaso la diputada no representa al pueblo salteño y al pueblo argentino en la Cámara de Diputados de la Nación? ¿Desde cuándo es tan sumisa a la voluntad de los gobernadores, si fuese el caso que ellos fueron los que pidieron que se reponga el tributo en un contexto de ahogo financiero de las provincias en su conjunto? ¿Qué propuso a cambio para recaudar más? Es indudable que quien accedió a su banca mucho más por los giros de la fortuna, – de la suerte y del dinero que puso Alfredo Olmedo para su desembarco – no calibró la importancia de ni la repercusión de sus palabras. El Impuesto a las Ganancias es coparticipable, de manera tal que su recaudación favorece tanto a la Nación como a las provincias. En su momento, no se evaluaron debida ni correctamente cuáles serían las consecuencias financieras de su abolición.
Claramente que para el universo libertario y sus declamaciones en campaña, la supresión de impuestos era un excelente eslogan para captar votos, pero todo cambia cuando debe ejercerse el poder de manera responsable y sobre todo mesurada. Emilia dice a propios y extraños que quiere ser gobernadora de Salta. Sus aspiraciones, son absolutamente legítimas. Cualquiera que aspire puede serlo, mientras no tenga obstáculos legales. Y puede presentarse. Lo que sí, es que deberían recomendarle que para dirigir y administrar una provincia, hay que tener no solamente experiencia en gestión, sino tener una idea mínima, o al menos próxima de algunos conocimientos básicos de administración financiera y prudencia lingual, para evitar caer en la tentación de sacarse el poncho cuando se levantó la mano. Cuando votó la reposición del Impuesto a las Ganancias, Emilia sabía perfectamente que era un pedido a gritos desde el gobierno nacional y que fue acompañado por los gobernadores, por la imperiosa necesidad de aumentar los montos paupérrimos de la recaudación fiscal. No todos son pitos y serpentinas en la fiesta de la democracia; el combo incluye interiorizarse, estudiar y afrontar la responsabilidad que toca en cada momento que el país demande.