La desconfianza interna reduce el gabinete del presidente

Recientemente, se hizo pública la decisión de suspender el cónclave semanal con los ministros por parte del Presidente Javier Milei. No obstante, tras esta suspensión se oculta una dinámica de creciente desconfianza y un intento de control interno que trasciende la simple logística de reuniones. El denominado “triángulo de hierro” —compuesto por Javier Milei, su hermana y secretaria general Karina Milei, y el asesor Santiago Caputo— ha tomado la iniciativa de mantener una conversación que se ha calificado como “blue”, decisión que ha excluido a la mayoría de los funcionarios del gabinete. Esta situación refleja una crisis de confianza en el seno del Gobierno, en un contexto en el que el presidente enfrenta serias dificultades para concretar su agenda legislativa en el Congreso.

La situación actual en la Casa Rosada se ha vuelto tensa. El cónclave, un evento que históricamente ha servido para fortalecer la unidad del gabinete y coordinar esfuerzos, se ha convertido en un espacio donde la desconfianza y las sospechas brotan. El trasfondo de esta crisis se establece en la preocupación del Ejecutivo sobre las posibles filtraciones de información confidencial a los medios de comunicación y a otros partidos. Bajo esta óptica, se erige la figura del “topo”, un término que denota una figura traidora dentro del equipo, cuya identificación se ha vuelto imperativa para los miembros del triángulo de hierro.

Desde hace tiempo, el Ejecutivo ha estado lidiando con un problema de fiabilidad entre sus miembros. El reciente despido del ministro de Infraestructura, Guillermo Ferraro, se convirtió en un símbolo disciplinario. Este despido no solo mostró la mano dura del Gobierno, sino que también estableció un precedente claro: cualquier indicio de autonomía en la comunicación no sería tolerado. Sin embargo, esta estrategia de control parece haber sido insuficiente para mitigar las tensiones internas, ya que la falta de confianza persiste y se manifiesta en la forma en que la administración actual aborda las discusiones y decisiones cruciales.

La decisión de suspender la reunión semanal del Gabinete fue comunicada en el último momento, una acción que no pasó desapercibida entre los propios ministros. Si bien la Casa Rosada intentó presentar esta suspensión como una respuesta a “temas de agenda“, este argumento fue recibido con recelo. Los ministros, que habían contado con esta reunión como un espacio para alinear estrategias y obtener instrucciones del presidente, ahora se encuentran en una encrucijada: deben navegar en un ambiente tenso, donde la confianza es escasa y donde las lealtades son constantemente cuestionadas.

El clima de suspicacia se ha expandido entre los altos funcionarios, quienes no solo temen por la posible exposición de sus comunicaciones, sino también por las posibles repercusiones políticas que una filtración podría acarrear. La búsqueda del “topo” se ha convertido en un juego de paranoia que puede tener consecuencias funestas para la cohesión del gabinete. El hecho de que el Presidente y su círculo más cercano consideren necesario convocar reuniones sin la inclusión de los demás ministros apunta a un debilitamiento de la estructura gubernamental y sugiere que el Ejecutivo no confía en sus propios funcionarios.

Este patrón de desconfianza no solo afecta la dinámica interna del Gobierno, sino que también repercute en la capacidad del presidente para avanzar con su agenda legislativa en el Congreso. El apoyo político es vital para implementar medidas que se encuentran en el centro de su propuesta. Sin embargo, cuando los miembros del gabinete operan bajo una atmósfera de desconfianza, se inviabilizan las conversaciones que podrían construir coaliciones necesarias.

La suspensión del cónclave representa un síntoma de una enfermedad más profunda en la administración de Javier Milei. A medida que el Ejecutivo busca consolidar su control interno y mitigar las filtraciones, es imperativo que aborde las raíces de esta desconfianza antes de que se convierta en una barrera insuperable para la gobernabilidad. Los meses venideros serán cruciales para que el presidente reinstaure la confianza en su equipo y logre, finalmente, el consenso necesario para llevar adelante su visión en el ámbito legislativo. La salud política del Gobierno depende en gran medida de su capacidad para taladrar la atmósfera de desconfianza y restablecer la cohesión entre sus miembros.

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