El presidente Javier Milei volvió a demostrar su desconexión con la realidad al defender a capa y espada sus repetidos y prolongados viajes al exterior con una insólita comparación: se equiparó nada más y nada menos que con la figura de Moisés, el máximo libertador del pueblo hebreo según la tradición bíblica.
En declaraciones que rozan lo irrespetuoso, Milei justificó las críticas que recibe por ausentarse tanto tiempo del país aduciendo que “si lo cuestionaban a Moisés frente a semejantes logros, a mí me pueden decir lo que se les dé la gana”. Un argumento rebatible por donde se lo mire.
Es inaceptable que un mandatario democrático se engrandezca de manera tan ególatra al colocarse al nivel de un líder religioso de la envergadura de Moisés. Milei demuestra una deplorable falta de humildad y autoconciencia sobre los límites de su investidura al creerse un iluminado intocable.
Peor aún, el Presidente desestimó los cuestionamientos de la ciudadanía al ejercer su derecho a la crítica, tachándolos despectivamente de “seres ínfimos”, “miopes” y “liliputienses” que no “entienden la magnitud de lo que está haciendo”. ¿Qué logros de semejante envergadura exhibe Milei más allá de reunirse con empresarios?
En lugar de dar explicaciones concretas sobre sus ausencias, que ya duplican los viajes al exterior en sólo 4 meses, optó por la vía mesiánica y el menosprecio hacia quienes exigimos cuentas. Una actitud inaceptable en un gobernante que debería dar muestras de moderación y respeto democrático.
Mientras Milei se ensimisma en sus comparaciones bíblicas desatinadas, los problemas del país se agrandan día a día sin un liderazgo presente y comprometido. En lugar de soluciones, sólo recibimos arrebatos de soberbia y desapego con la realidad nacional. Una falta de responsabilidad que tendrá su costo.