Apenas se supo el nombre de este megaministerio que, entre otras áreas, engloba a lo que fue Desarrollo Social, a muchas personas nos hizo mucho ruido. Considerar que el ser humano puede ser considerado un capital, parecería que ni al capitalista más ultramontano pudo habérsele ocurrido. Por la sencilla razón de que degrada a las personas a un mero valor material, despojándolas de su esencia espiritual, mucho más acorde con una calificación como condición o dignidad humana. Los seres humanos no somos un capital, sino entes trascendentes. No importa cuánto tienen acumulado, sino el ser en cuanto tal. A su vez la palabra desbarajuste es sinónimo de desorden, barullo, disloque, desparramo, desquicio. Lo que nos aproxima rápidamente a la noción de caos. Eso es lo que parece estar ocurriendo, siempre según las noticias, algunas unánimes, en el Ministerio de Capital Humano.
La otra cuestión que allí se sucede es la práctica indetenible del “síndrome de transferencia” es decir la no asunción de la responsabilidad individual y funcional y la búsqueda frenética en otros individuos de lo que debe ser el apego a la función. En psicología este trastorno ocurre cuando: el psicoanalista transfiere elementos de sus problemas pasados o presentes al paciente que está siendo objeto de análisis. Llevado a término políticos sucede cuando quien manda en vez de asumir su responsabilidad, busca endilgársela a otros. Esta práctica parece haberse vuelto frecuente en nuestro país, lamentablemente. Con el componente dramático que, mientras la pobreza se agigantó a niveles intolerables, hay depósitos donde se vencen alimentos perecederos, indispensables no ya para nutrir sino para sobrevivir, aunque desde la inefable vocería presidencial se propale que era solamente yerba mate. Sea por ignorancia o por mala
fe, a veces el silencio es más prudente que las palabras, cuando no hay nada que decir fundadamente.
Mientras tanto también los medios informan que hubo un altercado más propio de una película de Federico Fellini que de la realidad, como fue el protagonizado por Juan Grabois y la tránsfuga Leila Gianni. Una mujer que militó en el kirchberismo, en el macrismo, en el massimo y ahora en el libertarianismo de las fuerzas del cielo. Según el diccionario de la lengua: tránsfuga es quien se cambia de una bandería política a otra; parecería que el significado sólo se refiere a un solo cambio. En este caso hay que multiplicarlo por cuatro. Del otro lado de esas reyertas, miles de personas no tiene posibilidad de subsistencia, lo que revela que el gobierno de la motosierra y la licuadora, del déficit cero y la inflación de un dígito, nunca tuvo en sus planes la emergencia social que ya venía atravesando prácticamente a la mitad de la población argentina.
Aunque tanto en campaña como ya asumido en su cargo, el presidente Javier Milei, propaló a los cuatros vientos que: para los caídos las billetera abierta sin límites. Nunca se comprendió el término “caído” que es utilizado para quienes son abatidos en la guerra. Para los que mueren en combate. Los pobres son seres humanos que merecen respeto y dignidad, pero no están caídos, tienen la desesperación del hambre y la falta de trabajo. Son dos cosas absolutamente distintas.
En medio de ese fárrago de acusaciones, se siguen eyectando funcionarios de Capital Humano; los cuales son echados también de manera inhumana y descortés y hasta con denuncias penales incluidas. Como contrapunto, el presidente que no dio ninguna explicación para esta crisis puntual, sí sostuvo que la ministra Sandra Pettovello es la mejor de la historia. Alguien con sarcasmo escribió que se trata de la titular del ministerio de Decapitar Humanos.
Tres decenas de funcionarios de esa cartera fueron expulsados en el transcurso de estos primeros seis meses de gobierno. Un récord inigualable en la historia política argentina, tal como lo es la disolución del Ministerio del Interior, aparentemente por falta de postulantes aceptables para sentarse en tan importante poltrona. A todo esto empieza a crecer en la preocupación ciudadana la inquietud sobre la cancelación o supresión de empleos públicos y privados es decir la cara más siniestra de la recesión. Junto con el interrogante: ¿bastará sólo con un ajuste que no conoció otro país del planeta o no será todavía suficiente? El admirable estoicismo del pueblo argentino demuestra, otra vez, que está muy por encima de sus dirigentes. No obstante, no se debería abusar de esa heroica y abnegada paciencia.