Diez años del fin de la política del hijo único: China enfrenta una nueva crisis demográfica


Han pasado diez años desde que China puso fin a la política del hijo único, una medida que durante más de tres décadas limitó a las familias a tener un solo descendiente. La decisión, anunciada en octubre de 2015 por el Partido Comunista, pretendía revertir los efectos negativos de una población que envejecía rápidamente y de un marcado desequilibrio de género.

Sin embargo, una década después, los resultados están lejos de lo esperado. Pese a que desde 2016 se permite tener dos hijos, y desde 2021 hasta tres, la natalidad en el país sigue cayendo. En 2023, China registró su segundo descenso consecutivo de población, según datos oficiales.

“El problema ya no es la restricción legal, sino el desinterés de las nuevas generaciones en formar familias grandes”, explica la demógrafa He Yafu, consultada por medios locales. “Los costos de vivienda, educación y crianza son demasiado altos, y muchos jóvenes no se sienten motivados a tener hijos”.

De la planificación estricta al envejecimiento acelerado

La política del hijo único fue implementada en 1979 para controlar el crecimiento poblacional, que en ese momento superaba los mil millones de habitantes. Durante años, se aplicaron sanciones económicas y sociales a quienes violaban la norma, lo que dejó profundas huellas en la estructura social del país.

Hoy, las consecuencias son visibles: una fuerza laboral en descenso, una población cada vez más envejecida y un notorio desequilibrio entre hombres y mujeres, producto de décadas de preferencia por los hijos varones.

Un desafío económico y social

El envejecimiento de la población amenaza el modelo económico que impulsó el crecimiento chino durante las últimas décadas. Con menos trabajadores jóvenes, el país enfrenta un aumento en los costos de seguridad social y salud pública.

En respuesta, el gobierno ha lanzado incentivos para fomentar la natalidad: subsidios, reducciones fiscales y permisos de maternidad ampliados. Sin embargo, los resultados han sido limitados.
“Cambiar la ley fue fácil; cambiar la mentalidad y las condiciones sociales es mucho más difícil”, señala el economista Liang Jianzhang, profesor de la Universidad de Pekín.

Una generación con nuevas prioridades

Las generaciones nacidas bajo la política del hijo único crecieron con valores diferentes a los de sus padres. Para muchos jóvenes urbanos, la estabilidad económica y el desarrollo personal pesan más que formar una familia numerosa. Además, las mujeres chinas enfrentan presiones laborales y sociales que dificultan conciliar la maternidad con sus carreras profesionales.

Un futuro incierto

A una década del fin de la política del hijo único, China se encuentra ante un dilema: necesita más nacimientos para sostener su economía, pero no logra convencer a su población de tenerlos. El cambio demográfico, aseguran los expertos, será uno de los mayores desafíos del país en las próximas décadas.