Los diputados nacionales Emilia Orozco y Emiliano Estrada viven por estos días un glamoroso idilio político. No hay que olvidarse que en las elecciones del año pasado formaron parte del mismo espacio, en Salta. Porque en Buenos Aires servían –aparentemente-a patrones distintos. Últimamente se los ha visto activo en las redes sociales, en un dúo tan complementario como Pimpinela. Tal vez hasta practicaron la letra de su canción. La diferencia con los músicos es que ellos no fingen peleas: simplemente son amigos y quieren lo mismo, por ahora. En una falta de respeto al electorado Estrada y Orozco se sacan la palaba para describir lo que sucedió en Aguas Blancas. Localidad a la que la diputada hasta viajó para hacerse filmar, posar y con su voz aniñada pretender inculpar al gobierno provincial de los gravísimos hechos que sucedieron hace pocos días. A ninguno de los dos se los escuchó pedir la intervención del Municipio, sino que esperaron que las instituciones provinciales tomasen cartas en el asunto, para recién hacer la del tero: gritar en un lado y poder los huevos en el otro. Antes de la intervención ni siquiera se dieron por aludidos, convencidos de que era la mejor forma de no atacar a un intendente, que según los archivos que evidentemente ninguno de los dos resiste, era de su espacio político. Lindos compañeros de ruta. Gente que solamente reconoce a sus partidarios en las buenas. Nunca antes se preocuparon ni impugnaron al ex intendente Martínez, todo lo contrario.
Con la lógica de Estrada y Orozco, la provincia de Salta, únicamente, es quien debe enfrentar al narcotráfico y sus organizaciones criminales. Ellos en realidad, les hacen el juego a estas organizaciones, porque la justicia provincial viene respondiendo paso a paso y caso por caso, tanto en quienes están involucrados con la droga, como los que no cumplieron adecuadamente con sus funciones ¿De estos hechos no se anotician? Tampoco se sabe qué hicieron o que pidieron para reforzar las fronteras, ni se sacaron ninguna foto que al menos demuestre que tienen interés en saber que pasa ni con la Ministra de Seguridad de la Nación, ni con el Ministro de Seguridad de la Provincia. Es mucho más cómodo ampararse en los fueros, dar cátedras de ética variable o pregonar o exigir exactamente lo que ninguno de los dos fue capaz de hacer. El modo electoral no da bandera de corso para decir cualquier cosa sino para ser responsables, mínimamente. Será por aquello de que cuando se sabe lo que se hace, la responsabilidad carece de atenuantes. Si quieren honrar sus bancas, no los alcanzará ni el agravio ni la calumnia para poder justificar todo lo que pudieron hacer en favor de la provincia de Salta y no hacen. Más fácil es el insulto, siempre.
Más aún cuando ante situaciones de gravedad extremas en vez de aportar soluciones, eligen ser los apóstoles de una pureza que no tienen. La mala fe, más temprano que tarde queda puesta en evidencia. Y hacer política basura cuando la realidad exige estar a la altura de las circunstancias, los coloca en el primer umbral de la escalera, a la que posiblemente nunca lograrán ascender en tanto opten por desentenderse de los temas que requieren reparaciones urgentes y no insultos consensuados en las sombras.