Gustavo Sáenz: Entre la gestión y la militancia

Era muy joven cuando su vocación firme y definitiva se inclinara por la política. Después de un tiempo breve en que se recibiera de abogado, Gustavo Sáenz decidió incursionar en una actividad que marcaría su vida. Lo impulsó desde el vamos una indeclinable vocación de servicio, su proximidad a las necesidades de la gente y una personalidad afable y simpática que es pródiga en regalar una sonrisa y un abrazo, particularmente a los más humildes. A esas condiciones habría que agregarle otra que le dio muchas satisfacciones sin proponérselo y es su indefinible amor por la música popular y el canto, lo cual le sirvió, en no pocas ocasiones, para conseguir ovaciones, sin necesidad de multiplicar discursos. Será que los gestos son más elocuentes que las palabras, dicen algunos. Siendo concejal apareció otra característica de Sáenz. Todavía recuerdan en el Concejo Deliberante de Salta que, cualquiera fuese la hora hasta la que había que quedarse, Gustavo con paciencia de orfebre supo que la política más que el arte de lo posible, es el de acordar para lograr que se aúnen voluntades con el objetivo de lograr poner en marcha proyectos que les interesan a la gente. Fue a partir de allí en que se fue convirtiendo en un referente, comenzó a nacer el saencismo, y sistemáticamente comenzaron a buscarlo para destrabar conflictos que, en la mayoría de los casos pudo sortear victorioso.

 Contado así el relato, tiende más de cuento de hadas.Sin embargo Gustavo Sáenz debió enfrentar una vida dura, con muchos sacrificios e innumerables obstáculos. Quienes lo conocen desde hace muchos años suelen decir: ahora todos le piden cosas, antes había que trabajar por milímetro para avanzar en la carrera política. Como es sabido en la historia humana, a la par de los éxitos comienzan los celos y las envidias. Sáenz nunca fue ajeno a ello. Y también tuvo otra habilidad, leal siempre a quienes lo ayudaron a crecer, supo tejer alianzas desde su espacio, sin tener que resignar posiciones. También es cierto que ese modo de hacer política le llevó mucho tiempo, aún cuando fue electo presidente del Concejo Deliberante de la ciudad de Salta y comenzaba a sonar su nombre como un potencial candidato a la intendencia. Junto a eso, había acumulado un importante capitalpolítico. Había dirigentes que respondían a su liderazgo y que no se encolumnaban tras las jefaturas de Juan Carlos Romero y Juan Manuel Urtubey. Algún advertido del análisis político siempre sostuvo que: cuando se quisieron dar cuenta, Gustavo tenía un fuerte caudal de votos propios que solamente le pertenecían a él. Corría el año 2009 y entonces luego de ganar las internas del Partido Justicialista, cómodamente, obtuvo la banca de senador de la Capital, lo cual disparó varias alarmas desde ese momento. Sáenz, sin embargo, seguía siendo el mismo. El Senado fue reticente a recibirlo amablemente. Todo lo contrario. No hizo más que jurar, para que comenzara un plan para evitar su reelección, lo que efectivamente sucedió en las elecciones de 2013. Unos ilusos, que no eran pocos, hasta hicieron un asado de festejo. Daban por sentado el fin de su carrera política y dejaba de asomar un potencial candidato a la gobernación de Salta.

​Acostumbrado a sobarse el cuero duro, y haciendo un trabajo de filigrana, Sáenz siguió visitando barrios, continuó con un programa radial donde dialogaba con su audiencia y comenzó a resurgir de las cenizas. El viejo luchador no se daba por vencido. Y así llegaron las presidenciales de 2015 y también la reelección de Urtubey como gobernador de Salta. Sáenz integraba un frente variopinto, cuya fórmula gubernativa integraban Juan Carlos Romero y Alfredo Olmedo y el candidato a intendente de la ciudad por el oficialismo era Javier David. Guillermo Durand Cornejo era el precandidato a intendente inicialmente por el frente de Romero. YGustavo Sáenz candidato a diputado en primer término. Al momento de la oficialización, una suerte de operativo clamor dentro del saencismo lo convenció de que debería competir por la alcaldía y luego de triunfar de manera abrumadora en la interna, con un Durand Cornejo descolocado e irritado, aplanó a Javier David y resultó electo intendente. Una hazaña de características épicas que lo llevó a Sergio Massa a ofrecerle la candidatura a vicepresidente de la Nación, por lo que diferentes medios gráficos lo eligieron el hombre del año. Había vuelto Gustavo Sáenz a la arena política por la puerta grande.Mauricio Macri que triunfó en las presidenciales de 2019sondeó a Sáenz para integrar el gabinete nacional. De pronto era considerado fuera de las fronteras de Salta.Algo había cambiado para siempre.

Una vez aupado en el sillón de intendente, Gustavo se mostró hiperactivo. Nunca había gestionado hasta entonces y comenzó a ser comentada su forma de gobernar el municipio. Entre viajes y visitas a cuanta oficina le abría la puerta, Urtubey le dijo que era mendicante. Rápido de reflejos el nuevo intendente le respondió que si el precio de conseguir recursos para la Municipalidad de Salta era que le den ese calificativo, se sentía muy orgulloso de serlo. El resultado de ese trabajo frenético comenzó a vislumbrarse en las encuestas. Sáenz era el dirigente con mayor imagen positiva al principio; posteriormente, aún cuando faltaban dos años para el nuevo turno electoral, la tendencia se convirtió en intención de voto. En el desafío más importante de su vida política, superó por treinta puntos a la fórmula Sergio Leavy y Emiliano Estrada, quedando tercero Alfredo Olmedo. Fue una campaña brutal y provista de insultos y juego sucio para empañar la indetenible marcha de Sáenz al poder. Denuncias sin pruebas. Una solicitada de Estradadescalificándolo y cualquier artimaña fue buena para atacar a Sáenz. Nada lo detuvo y hasta el propio Juan Manuel Urtubey, quien hasta ese momento nunca había considerado a Sáenz, debió admitir sin eufemismos que había nacido un nuevo conductor en la política salteña. Lo cierto fue que aquel dirigente al que habían dado por derrotado y rendido en 2013, se había transformado en una fuerza ciclónica, sin deberle favores a nadie. La personalidad del nuevo gobernador contrastaba con la de sus antecesores. De pronto, el mismo Gustavo que caminaba los barrios, cantaba y conversaba con la gente, siguió siendo el mismo. Con un estilo sencillo, campechano y afable, al nuevo gobernador no le costó adaptarse a la función.

​Comenzó su primer mandato con una rémora del anterior. Habían pasado veinte días y comenzó una cadena de mortandad infantil en el norte de la provincia que obligo a que se extremaran esfuerzos ante un Ministerio denominado de la Primera Infancia que no había dejado datos, registros ni recursos. Recién asumido el gobierno debió hacer un despliegue inusitado que consiguió revertir la tendencia y desde entonces hasta la fecha, fue una preocupación constante, más la orden del gobernador de no desatender un instante una problemática tan sensible. A ello le sucedió en forma casi inmediata la pandemia, que a Salta la azotó particularmente, con las consiguientes pérdidas. Allí comenzaron a observase dos cosas: por una parte, aún con un gobernador con el sufrimiento marcado en el rostro, pudo capear el temporal que azotó fuerte su gestión, resultando airoso; y por otra la absoluta incomprensión de una oposición que aprovechó la peste para intentar sacar réditos políticos de una forma inexplicable. Decididos a que Sáenz perdiese la vertical, finalmente lo que lograron es fortalecerlo y a la pandemia, le continuó la sequía y la administración de los recursos no paró ni el pago regular de salarios ni la ejecución de obras. Junto con ello, volvieron los embates acusando que el gobernador era un pragmático, dada su buena relación con los dos presidentes que le habían tocado en suerte. Pese a todo, la base de sustentación del gobernador se apoyó en un frente de dieciséis partidos, entre ellos el suyo que se llama PAIS, cuya matriz se basa en que el federalismo es una forma equitativa de distribución de los recursos; a la vez que el norte argentino es un gigante dormido que necesita apoyo para despegar y convertirse en un eje de desarrollo, más priorizar la gestión como un mecanismo de generar obrar y fuentes de trabajo. Pronto el gobernador se convirtió en el abanderado de los recursos mineros provinciales, tejiendo alianzas estratégicas con Catamarca y luego las amplió Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán. Sin que ello le haya hecho perder de vista una lucha personal que entabló para desenmascarar uno de los fraudes impositivos más escandalosos de la historia argentina, como fue el que se perpetró en desmedro de la recaudación del impuesto interno al tabaco por parte de la Tabacalera Sarandí. El ímpetu de Sáenz repercutió en el Congreso de la Nación y la Corte Suprema de Justicia, quienes finalmente corrigieron semejante despropósito. Asumido el gobierno de Javier Milei, Sáenz se plantó en la defensa de los intereses de Salta y la región, sin dejar nunca de establecer puentes de diálogo que a la fecha parecen haber dado frutos y por consiguiente pudo reunirse con el presidente para entregarle el pacto de Güemes que representa los intereses comunes del Norte Grande en cuanto a la realización de obras públicas fundamentales para el desarrollo del noroeste argentino.

​Finalmente, hay otra característica de Gustavo Sáenz que no es menor y es que nunca recibió de ningún partido ni líder nacional ayuda alguna. Eso no le impidió tener diálogo para acordar gobernabilidad. Fue así que desde que ganó la intendencia, hasta que alcanzó la gobernación hubo una constante, organizaciones como La Cámpora bregó de manera persistente por causarle zozobra en sus actos de gobierno, dado que el mandatario salteño nunca adhirió al kirchnerismo; conjuntamente sus adversarios políticos que en la superficie aparentaban jugar por andariveles separados, en las sombras estuvieron en permanente colusión con el fin de tumbar cualquier iniciativa saencista en beneficio de la Provincia. Ese selecto clan lo integran hasta la fecha Juan Carlos Romero, Alfredo Olmedo, Sergio Leavy, Emiliano, Estrada, Carlos Zapata y una suerte de aprendiz con indisimulables ambiciones llamada Emilia Orozco. Parecerían andanzas de pago chico, aunque otros prefieren creer que en la figura de Sáenz pueda haber una proyección diferente que los opaque para siempre.