Con una indisimulable algarabía popular y una enorme satisfacción ayer las cañerías de agua potable de Mosconi y Tartagal soltaron gruesos chorros de agua potable en un lugar, donde el problema alcanzó niveles similares a los africanos. Años y años de postergación, hasta como amenazas de algún gobernador de escindir al los departamentos de Orán, San Martín y Rivadavia del territorio provincial por las protestas; enfermedades endémicas, pero sobre todo sed, muchísima sed que sólo podía ser paliada con un envío tras otros de las tanques tinako para sofocar los calores, la deshidratación y la necesidad de hidratarse de miles de ciudadanos, que dicho sea de paso, también son argentinos. Hacía mucho que la gente de Mosconi y Tartagal no sonreía de manera espontánea, dijeron varios de los participantes a la puesta en funcionamiento de las cañerías.
Desde la reperfilación del dique El Limón, al dragado parcial del Itiyuro, cambios de cañerías por invasión de algas, la construcción de una enorme cisterna distribuidora; todo eso fue necesario para que el agua con hedores y color verdoso dejase de hacer padecer a miles de personas que sólo buscaban dignidad. Ayer se saldó una vieja deuda social con el norte de la Provincia, merced a mucho trabajo y a una gestión decidida a terminar definitivamente con un problema postrante y que ponía en zozobra a un vasto sector de la población.
La falta de agua potable, en general, es algo que el ciudadano común aborrece y mucho más cuando en los climas tropicales comienzan días y días de bochorno, donde el calor derrota hasta las voluntades más aguerridas. La misma voluntad, pero enhiesta, que ayer se le reconoció especialmente al gobernador Gustavo Sáenz.
Uno de los presentes al acto dijo textualmente: “Pasaron Ulloa, Romero, Urtubey, hasta que llegó Gustavo con gestión y media y pudo resolver un problema que nos atormentaba y nos humillaba” Mientras esto ocurría había personas que se dejaban mojar con el agua surgente como el maná caído del cielo, después de veintiséis años de demora, donde debieron sufrir situaciones inicuas e irreversibles, porque la cuestión quedó enfocada a que se realizaran, sí o sí, las obras indispensables para que el líquido circulase y nutriese las cañerías de agua límpida y saludable. La dotación del servicio de agua no solamente calma la sed de años, sino que mejora exponencialmente la situación sanitaria que se agravaba en cada temporada estival, precisamente o por falta de agua o por la falta de potabilización del líquido elemental.
Fiel a su estilo, el gobernador Sáenz se contagió de la alegría y disfrutó como pocos lo que desde hace muchísimo tiempo formaba parte de un pedido monolítico e insistente para que se solucionase la escasez de agua y pudo disfrutar de ese espíritu aliviado de las personas que acudieron espontáneamente a la inauguración impregnadas de un enorme alivio por la sencilla razón de que en adelante sus vidas serán diferentes. Más allá de todas las restricciones presupuestarias para hacer obras públicas, el gobernador cumplió con un compromiso en el que, como casi siempre le ocurrió, lo pudo cumplir en soledad, merced a un férrea voluntad de gestión que se cristaliza en actos como el de ayer.