La Solidaridad como razón de Estado

Una serie de fenómenos meteorológicos de inusitadas características azotan al planeta desde hace seis meses a esta parte, sin pausa ni medida. Comenzaron con la ya tristemente célebre DANA en la ciudad española de Valencia y se prolongaron por diferentes países del mundo, tales como Florencia en Italia, Barcelona nuevamente en España, varias ciudades de la China, en Brasil, varios estados norteamericanos, sumados a marejadas furibundas en Chile y Perú atribuidas también a fenómenos atmosféricos.

En nuestro país se produjo la tragedia de Bahía Blanca, episodio que de alguna manera pudo haberse atenuado ante la predicción de especialistas en ciencias atmosféricas, luego de la feroz DANA española. En Salta la situación no le fue en zaga, particularmente en los pobres y anegados poblados de la Quebrada del Toro, donde las fuerzas de la naturaleza cortaron varios tramos de la Ruta Nacional 51. El contraste a esta situación es que se informó que podría cerrarse en el marco de la desregulación propuesta por el gobierno nacional, nada menos que la Administración Nacional de Vialidad, con lo cual el panorama abre dudas razonables respecto al mantenimiento y construcción de las rutas argentinas.

Sin esperar seis días, en una creciente histórica del río Pilcomayo el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz respondió en el acto enviando a la zona de desastre a los ministros de Seguridad y Desarrollo Social más integrantes del Ejército Argentino al nordeste de la provincia, donde las inundaciones alcanzaron picos pocas veces vistos en los últimos setenta y cinco años.

Sucede que en las riberas del Pilcomayo viven numerosas personas desde hace mucho tiempo; ocurre también y este es un llamado de atención para los legisladores del Departamento Rivadavia que desde hace dos décadas, por lo menos, se prevé el traslado del pueblo próximo a ocho kilómetros del rio y ubicado en una zona baja hacia otra más alta y guarecida que evitaría situaciones como la que actualmente se vive allí.

Las acciones del gobierno provincial sumadas a la del Ejército, con quien trabaja en consonancia, de algún modo han permitido atenuar y prevenir que se ocasionen tragedias, y que además quedase gente aislada sin alimentos ni medicamentos. Todo esto pone de manifiesto, una vez más, que cuando la solidaridad es un valor que impregna el accionar político, no sólo se suma eficiencia sino humanidad a la gestión, sin especulaciones de ninguna especie, más que socorrer a las personas que por fenómenos naturales que vienen desde tiempos inmemoriales sufran mayores pérdidas.

Esa impronta humanitaria que distingue al gobernador, es lo que mancomunadamente permite realizar un trabajo silencioso y sin estridencias para que, ante el azote de los meteoros, se aminoren los pesares de gente humilde y sin ningún recurso, que espera de sus autoridades la única solución a sus numerosos problemas. En base a esos postulados es que se entiende también que la presencia del Estado, tal como se imploró en Bahía Blanca, no queda supeditada a un capricho dogmático, sino que resulta indispensable para salvar la vida y los pocos bienes que poseen los lugareños. Ese es uno de los sentidos esenciales de quienes hacen del bien común una conducta irrenunciable en cada uno de sus actos.

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