Después de un tiempo de prudente silencio reapareció campante en un reportaje la autopercibida princesa Sonia Margarita Escudero. En los últimos años, Sonia se convirtió en una caja de sorpresas, por sus variaciones, tan bruscas que termina yéndose al pasto, sin toar tronera. Apareció en la vida pública con el auspicio del fallecido senador Emilio Marcelo Cantarero, a quien le heredó hasta su despacho en el Senado de la Nación. Después lo negaría. A Emilio, no al despacho. Fuertemente vinculada con el romerismo más cerril, defendió hasta lo indefendible en la Secretaría legislativa del Senado provincial y luego fungió como Secretaria General de la Gobernación, en tiempos donde el poder en las sombras lo ejercía el también extinto Ángel Oscar Mariano Atilio Torres, aspirante a la intendencia balnearia de Cariló. Ángel por aquellos tiempos era una suerte de Santiago Caputo local, un poquito menos cool. Sonia supo ser la fiel ejecutora de los designios de Ángel hasta que consiguió, ley de cupo mediante, ser electa Senadora Nacional. Allí fue una abanderada del menemismo más ortodoxo, inflexible en sus posturas, siempre según las circunstancias. Por aquel tiempo dorado, Juan Carlos Romero era su jefe indiscutido y avaló con firmas, todos y cada uno de los designios de su mandamás. Sin chistar.
Tiempo después, enojada con un Romero menos poderosos, migró de sus filas y desconoció su pasado de manera furibunda. Entonces recayó en los brazos de su antes ferozmente criticado Juan Manuel Urtubey, de quien solía decir que su gobierno estaba formado por una larga cadena de inútiles e inoperantes. Del viejo menemismo ya no le quedaba ni el recuerdo. Ahora la variación se había mudado de vecindario o de gallinero y recaló en un kirchnerismo militante. No ahorraba ponderaciones hacia la reina Cristina, ni a todos los desaguisados y arbitrariedades cometidos durante su gobierno. Al contrario, justificaba todo. Hasta el idioma inclusivo. Mientras tanto incurrió en la literatura y escribió un libro sobre el crimen de las turistas francesas y las dos jóvenes ahorcadas de Rio Ancho. Su obra literaria mereció que el polifuncional juez Luciano Martini le iniciara una querella, lo cual molestó sobremanera a la variante Sonia. Junto con eso comenzó a integrar las filas del Foro de Calidad Institucional de Salta, – el FOCIS- institución que parecería inspirada por lord Voldemort y que se erigió en la dueña de la moral salteña; con el agregado que su parcialidad aterraría a cualquier jurista que tenga la inocencia de pensar que la justicia es repartir a cada uno lo suyo. Los Fósiles, como se los conoce en la jerga popular, -seguramente por la sumatoria de años de sus miembros- apuntan las miras de sus rifles de manera sesgada, según el ánimo de los consocios y los intereses que les puedan afectar. Es decir que el lema institucional parecería ser: objetividad cero.
Curiosamente, luego de que el fallo de la corte Suprema ordenara que se haga un nuevo juicio en el caso de las francesas, Sonia fue a la puerta del penal a recibir a un liberado Santos Clemente Vera, de cuya inocencia se sigue dudando hasta la fecha. Pero eso no fue lo extraño, sino que a los jueces Martini y Rubén Arias Nallar se les había promovido juicio político por mal desempeño. Como si nada hubiera pasado, una rápida negociación entre Sonia y Martini terminó en un arreglo y entonces la princesa dejó de estar enjuiciada por el cuestionado y acomodaticio juez. A las horas de ese arreglo se desestimó la acusación contra Luciano Martini. Mutis por el foro hicieron ambos. Las variaciones de Sonia reaparecieron días pasado ¿Querrá ser ahora reina de la tercera edad?