Una vez más, la cortina de humo de los debates legislativos encubre el verdadero negociado que mueve a la casta política: sus propios bolsillos.
Mientras se habla de leyes como la Ley de Bases o la reforma impositiva que supuestamente cambiarán el rumbo del país, las y los senadores focalizan su verdadero interés en lo que realmente les importa: engordar aún más sus ya escandalosas fortunas personales.
Mientras el gobierno nacional pregona ajustes y pide “esfuerzos” a los trabajadores, a partir del próximo mes, la dieta mensual de los 72 senadores pasará de 7 a 8 millones de pesos brutos. En cifras netas, estarán percibiendo más de 5 millones de pesos, un monto simplemente obsceno e injustificable para cualquier cargo público en un país con las dramáticas necesidades sociales que afronta la Argentina.
Una vez más, “la casta política” demuestra su absoluto desprecio por los millones de argentinos que la pasan mal. Mientras el pueblo se desvive por sobrevivir a la crisis económica que derrite los salarios y entierra el poder adquisitivo, los señores senadores se frotan las manos ante la perspectiva de un nuevo y jugoso aumento multimillonario.
Es un verdadero escupitajo en la cara de cada trabajador que se retuerce para llegar a fin de mes. Una bofetada en el rostro de los jubilados que malviven con míseras jubilaciones. Una patada en las esperanzas de los jóvenes condenados a un futuro de precarización laboral.
La política debería ser el noble ejercicio de trabajar incansable y desinteresadamente por el bienestar del pueblo que se representa. No debería ser este permanente festín de privilegios y expolios al que nos tienen acostumbrados.
En lugar de aumentarse escandalosamente sus propios sueldos millonarios, los senadores deberían focalizarse en generar empleo digno, hacer que los salarios le ganen la carrera a la inflación, proteger a las empresas nacionales, invertir en educación, salud y vivienda. En definitiva, anteponer el interés colectivo por sobre el mezquino beneficio personal.
Por eso es que estos aumentos millonarios son tan indignantes e inaceptables. No sólo son una burla a la gente que la pasa mal, sino que son un monumento al abandono de su auténtica responsabilidad como representantes.