Melina Furman tenía 49 años. Murió el 6 de septiembre luego de una larga pelea contra el cáncer. Fue una referencia inevitable en el ámbito de la enseñanza en Hispanoamérica. Ex CNBA, bióloga, doctora en educación, investigadora del CONICET, docente y madre de dos hijos de 12 años. Impulsó proyectos y se transformó una entusiasta divulgadora de la ciencia a tal punto que logró despertar el interés de chicos y maestros en el país y en el continente.
Cuando pase el dolor, voy a releer todos tus libros, para mejorar la forma en que enseño, para ser mejor padre y en el futuro mejor abuelo y para ayudar a desarrollar la curiosidad en los chicos y en los grandes. Cuando pase el dolor, voy a volver a ver todos tus episodios de Aprender de Grandes, porque conversar con vos y aprender de vos fueron de las cosas más lindas que me pasaron en los últimos 14 años. Y voy a compartir la última conversación que grabamos sobre cómo hablarle a personas que no te quieren escuchar.
Cuando pase el dolor, voy a volver a ver tus charlas y tus clases. También voy a releer tus artículos científicos. Y especialmente voy a revisar todas las notas que tomamos en nuestros infinitos encuentros, para volver a disfrutarlas y compartir algunas de tus perlitas. Cuando pase el dolor, voy a seguir escuchando a alumnos, docentes, padres y madres que fueron tocados por tu varita mágica. Quiero aprender de cada persona que aprendió algo de vos.
Cuando pase el dolor, voy a terminar de cumplir con lo que nos encomendaste a tu gente cercana con la que tuviste la oportunidad de despedirte. Porque hasta la despedida la hiciste bien y nos regalaste esos encuentros íntimos en los que, a cada uno de los que te dimos ese último abrazo, nos abriste tu corazón, nos mostraste tu alma y nos dejaste tarea. Siento mucho orgullo de que nos hayas encomendado algunas cosas que sé que tantas personas van a disfrutar. Nos encomendaste que, cuando pase el dolor, celebremos tu vida y compartamos tu legado con el mundo.
Me pediste que termine de escribir el libro que estábamos escribiendo juntos y no llegamos a terminar. Y me dejaste instrucciones de cómo hacerlo. Y por si te quedaba alguna duda de cómo te vamos a recordar, te cuento que escribiste en el alma de todos los que te conocimos de manera imborrable. Nos diste ideas, conocimiento, herramientas y, especialmente, alegría, empatía y amor. Mucho amor. Ayer y hoy recibí cientos de abrazos de personas que pasaron por El Mundo de las Ideas o que te conocieron en Aprender de Grandes. Muchas de ellas me decían “nunca le dije a Meli, pero te cuento que…” y ahí seguían historias de impactos positivos increíbles que vos generaste. Cuando pase el dolor, tu legado, que ya es enorme, va a volar más alto. Somos muchos los que vamos a llevar tu antorcha para que más ojos brillen y más horizontes se expandan.
Meli, viviste enseñando y enseñaste viviendo (gracias Christián Carman por la frase). Yo me siento privilegiado de haber estado tan cerca tuyo, de haber tramado cosas juntos, de que juntos hicimos realidad muchas de esas cosas, de que nos hayamos abrazado tanto, de que nos reímos fuerte. Hoy todavía siento tristeza infinita y dolor inmenso. Ojalá que ese agujero que a tantos nos atraviesa el pecho empiece a cerrarse, ya que tenemos mucho trabajo que hacer. Pasaron 40 horas desde que te fuiste y recién ahora puedo parar de llorar para escribir esto. Meli, te extraño horrores.