La diputada Verónica Saicha, sin estridencias, viene cumpliendo una destacada tarea en la Legislatura Provincial. Comprometida con su labor y fina observadora de la realidad, su misión se destaca no por el personalismo sino por sumar para el consenso. Así es que presentó recientemente un proyecto de ley que fue aprobado, el cual versa sobre la capacitación democrática para quienes cumplan funciones públicas, en todos los poderes del estado y lo hace extensivo al ámbito municipal. El meollo de la cuestión estriba en que cada dos años haya una jornada obligatoria para reflexionar sobre valores democráticos, preferentemente entre los meses de octubre, noviembre y diciembre, en la modalidad que cada organismo lo estime correspondiente.
A ese proyecto se opusieron, sin mayor fundamento las diputadas Sofía Sierra y Griselda Galleguillos. Es probable que ambas, consideren que la democracia argentina marcha en piloto automático y nada debe hacerse al respecto. Como también es posible que su compromiso hacia la profundización de los valores republicanos sea meramente declamativa e innecesaria de profundizar, tal como ocurre en los nuevos movimientos populistas de derecha que se impusieron en algunos países europeos y acordes con cierto sector idolátrico de La Libertad Avanza, que hace de los algoritmos y las tendencias sociales lo único atractivo para el desarrollo de la política.
En efecto, los demoledores de los valores democráticos han encontrado que las preferencias mayoritarias y escapistas que manifiestan las sociedades y marcan determinadas tendencias, son los caminos que hay que seguir. No toman en cuenta ningún fundamento ético, simplemente porque lo único que les importa es el éxito. A cualquier precio. A cualquier costo. No importan para ellos el consenso, la concordia y la construcción como base para la edificación del bien común y la solidaridad, sino que mediante descalificaciones, agravios y elección del enemigo para confrontar se vuelvan todos los esfuerzos con el objetivo de establecer una primacía, sin que importe acordar. Se busca sustituir los mecanismos de consenso por la ruptura bajo el disfraz de lo disruptivo y la aplicación del pensamiento único como fórmula triunfalista del éxito.
En realidad nada de todo esto es nuevo, sino que es lo que comenzó aplicando Joseph Goebbels como Ministro de Propaganda de Adolf Hitler, con un gran éxito, pero que finalmente desembocó en una de las tiranías más crueles y aberrantes de la historia de la humanidad. Goebbels tenía once principios, que fueron: los de simplificación y del enemigo único; del método de contagio; de la transposición; de la exageración y desfiguración; de la vulgarización; de orquestación; de renovación, y de la verosimilitud. En su método siniestro para la demolición de las instituciones germánicas fue implacable, constante y absolutamente intolerante y brutal con sus enemigos. Seleccionados de manera arbitraria y perversa. Si vemos lo que ocurre en el presente con determinada propaganda política y si a la vez dicho genio del mal hubiese contado con redes sociales a su disposición y a mansalva, hubiese pulverizado la democracia alemana, mucho antes de lo que lo hizo.
No es un tema menor que una legisladora se le ocurra fortalecer los valores republicanos los del sistema democrático, por la razón fundamental que a nadie le parecerá descabellado comprobar que la democracia, en el mundo entero, está en peligro como nunca antes. Esta vez no por imperio de una tiranía exterminadora, sino por el uso y abuso de nuevas prácticas que desarman elementos fundamentales en los que se basa la convivencia social. La destrucción de la reputación de las personas, la distorsión de la verdad o la fabricación de mentiras como método constante nunca puede llevar a buen puerto a una sociedad inundada de información, con el agravante que esas noticas son presentada de una modo diferente a lo que realmente sucedió Educar sobre civismo no es algo optativo es una asignatura pendiente que afortunadamente, si se cumple con la ley propuesta por Verónica Saichacontribuirá en gran medida a la toma de conciencia de cuáles son los riesgos de la verdadera libertad que es la posibilidad de optar y elegir, de tomar decisiones sin condicionamientos y fundamentalmente de no obedecer designios autoritarios, que evidentemente a las dos diputadas que se opusieron no los preocupa mayormente.