Recuerdos salteños o la desmemoria de Pettinato

En un sentido homenaje tributado en el Salón de los Pasos Perdidos de la Cámara de Diputados de la Nación en memoria del recientemente fallecido Federico Córdoba, líder carismático de Las Voces de Orán, el gobernador Gustavo Sáenz expresó que el folclore no se entiende porque es un sentimiento. La sala donde se celebró el tributo a Federico estaba superpoblada y con honda emoción entonaron a viva voz, bajo la batuta del Chaqueño Palavecino, el inolvidable éxito de Los Fronterizos: Recuerdos Salteños. La zamba de Ramón Burgos y Marcos Thames. Tal vez si alguien se preocupara por saber las historias personales de Burgos y Thames entendería rápidamente las palabras de Gustavo Sáenz. Ramón Burgos fue carpintero, un hombre de pueblo, transido de vivencias plenas que se derramaron en las estrofas de una zamba que es una suerte de ícono de la identidad cultural de Salta. “Renace con emoción el recuerdo de mi adiós/nostalgia de tus ríos, el valle mío/ceibos en flor”. Sencillamente, cuántas cosas dicen esos versos.

Don Marcos Thames, un símbolo del carnaval cerrillano, fue un músico prodigioso y virtuoso a la vez. Cuenta la leyenda que Recuerdos Salteños nació, como sucede en muy pocas partes, del silbido de ese cerrillano de ojos claros y bigotes blancos, que rápidamente lo llevó al bandoneón. Y así la tocaba en los febreros carnavaleros en su carpa El Chañarcito. Se hacía acompañar con guitarra. En uno de esos carnavales evocativos apareció Ramón Burgos quien le propuso a Don Marcos hacerle la letra y Thames accedió gustoso. Irónicamente dicen que le comentó: Ramoncito,hacé que la letra merezca la música, porque la bailan mucho.

Quien no siente el folclore, no podrá nunca entender que un salón ilustre como es el de los Pasos Perdidos, colmado de gente, un gobernador, artistas famosos y el público presente, entonen a viva voz una zamba que la sienten como propia y culmine con una cerrada ovación. Le atribuyen a Borges, pero en realidad la frase es del recordado Enrique Santos Discépolo, “Discepolín”, de que el tango es un sentimiento triste que se baila. El tango como el folclore, son dos expresiones genuinas de la música popular argentina. Ambos famosos en el mundo entero. Desde las lágrimas de la entonces princesa Máxima en su boda, escuchando Adiós Nonino de Astor Piazzola, hasta la Misa Criolla que Los Fronterizos le cantaron al Papa Pablo VI en la Capilla Sixtina. Desde Eduardo Falú haciendo vibrar las cuerdas de su guitarra en la Alhambra con Paco de Lucía sentado en el público hasta Los Chalchaleros cantando en Hollywood o en el Teatro Gaitán de Bogotá adonde los alzaron en andas. O, Mercedes Sosa o don Atahualpa Yupanqui luciéndose en el Olimpia de París. Don Atahualpa sabía tocarle la Chacarera de las piedras a la célebre Edith Piaff, de quien fue amigo personal.

No hace mucho el músico devenido en presentador televisivo Roberto Pettinato salió a execrar al folclore. Tuvo dos respuestas contundentes. Una de Gustavo Sáenz y otra de ese notable guitarrista y mejor persona que es Juan Falú. En ambos casos quedó claro que las palabras de Pettinato sonaron vacuas, totalmente vacías de contenido, pero profundamente ofensivas, no porque logran insultar, sino porque la música es un idioma universal que supera las fronteras y a la vez es el reflejo de la identidad de los pueblos. Como decía el poeta león Felipe, con tanta sapiencia: el día que los pueblos sean libres, la política se volverá una canción. Tal vez allí Pettinato recupere la memoria y se atreva como peona de bien, que seguramente es, a pedir disculpas por semejante dislate.