El presidente de Estados Unidos había prometido en verano que no tocaría el edificio para acometer el nuevo proyecto. Teniendo en cuenta su pasado como constructor y promotor inmobiliario poco sujeto a las reglas, no sorprende que entre sus planes esté también alterar la propia fisonomía de la Casa Blanca, a la que piensa dotar de un “gran salón de baile” cuya construcción costará, según sus propios cálculos, 250 millones de dólares. Prometió que lo haría sin tocar la estructura del edificio, pero este lunes faltó a su promesa.
La demolición empezó a última hora de la tarde (hora de Washington) a derribar la fachada del ala este de la Casa Blanca, el lugar donde tradicionalmente se han situado las oficinas de uso de la primera dama y su equipo. Las obras, que empezaron sin previo aviso, se adivinaban tras las vallas que ocultan esa parte del complejo, desde la calle 15, a la altura de donde se sitúa el Departamento del Tesoro.
En un mensaje en su red social, Truth, dio más detalles después: el “nuevo, amplio y hermoso Salón de Baile de la Casa Blanca” será “completamente independiente”. “Durante más de 150 años, todos los presidentes han soñado con tener un Salón de Baile en la Casa Blanca para albergar grandes fiestas, visitas de Estado, etc. Me honra ser el primer presidente en finalmente poner en marcha este proyecto tan necesario, ¡sin costo alguno para el contribuyente estadounidense!“, agregó, porque, sostuvo el presidente estadounidense, ese dinero provendrá de la ”financiación privada de muchos patriotas generosos, grandes empresas estadounidenses y, por supuesto, de un servidor”.