¿La foto de la discordia?

​En las últimas horas circuló por las redes una fotografía donde el gobernador de Santa fe, Maximiliano Pullaro aparece abrazado por el diputado nacional Leandro Santoro. Pullaro se alegró del encuentro que quedó reflejado en esa instantánea y aprovechó para manifestarle el aprecio por la amistad que une a ambos políticos. Hasta allí parecería que dos dirigentes que militan en agrupaciones diferentes pueden tener la civilización de compartir una amistad, aún con las diferencias que pudieran tener  en el presente, más cuando en el pasado, ambos, fueron correligionarios en la Unión Cívica Radical. Y por tal motivo Santoro se lo presentó a Pullaroal ex presidente Raúl Alfonsín, imagen que también fue publicada por un medio nacional. Aún cuando Santoro posteriormente se incorporó al entonces Frente de Todos, ahora llamado Unión por la Patria, el vínculo entre los dos amigos permaneció intacto. Mucha gente se sintió absolutamente representada y tranquila con la fotografía, en la que dos dirigentes políticos que adhieren a agrupaciones políticas distintas mantengan con los años un vínculo de amistad sincera. Pullaro y Santoro sintieron que nada tenían para ocultar. A otros no les causó la misma impresión. Todo lo contrario. 

​La fotografía entre Santoro y Pullaro desató una incontenible ira entre los seguidores del partido oficial  y fiel al estilo que ya es su marca registrada, escribieron toda clase de epítetos e invectivas en contra de los dos amigos políticos. Sin cesar. Sin pausa ni medida. ¿Prefierían acaso que lo que hacen muchos dirigentes argentinos y del mundo civilizado permanezca en las sombras, en los sótanos o a buen resguardo? Dos dirigentes que se abrazan y comparten un vínculo de amistad es una demostración de civilización y de educación democrática. Pueden disentir e incluso competir electoralmente y por no por ello ver que uno es el enemigo de otro. Acaso porque los enemigos se reservan para la guerra, los adversarios para la política. No es sutil la diferencia, sino profunda y como tal digna de ser  puesta de manifiesto.

​ Mientras el enemigo es irreconciliable, el adversario es solamente un opositor con el cual se puede no coincidir en su forma de pensar, pero a la vez se puede conversar, compartir, discrepar y hasta tenerse afecto ¿Cuál es el problema de que ello suceda? El abrazo entre Juan Domingo Perón y Ricardo Balbín quedó trunco en la noche de los tiempos que vinieron, por la muerte del primero. Balbín que en su militancia anterior al famoso almuerzo en el restaurante Nino había sido encarcelado por oponerse a Perón; años más tardes despidió sus restos mortales con una frase que quedó grabada para la historia: este viejo adversario despide a un amigo. Después de recuperada la democracia, hubo otro encuentro entre el entonces presidente Carlos Saúl Menem y Raúl Alfonsín. El resultado de ese diálogo fue el Pacto de Olivos y la Reforma Constitucional de 1994, la más democrática de la historia constitucional argentina. Esa Reforma marcó un hito en la cultura democrática y fue la demostración cabal de que el diálogo siempre es constructivo, en todos los casos, en todas las circunstancias.

​Por el contrario, los sótanos y los albañales de la política, los pactos espurios, los tránsfugas que según el diccionario de la Real Academia Española son quienes se cambian de un partido a otro, mutan de una bandería política por su opuesta, lastiman la democracia, la envilecen. Y desde luego prefieren las sombras, la oscuridad. Curiosamente un gobierno que se jacta de no haberle mentido a la gente, de que sus votantes confiaron en que la verdad reside en el acuerdo entre las palabras y los actos, más que ningún otro debería propiciar las conversaciones por sobre los insultos, los encuentros por encima de las discordias y el respeto en reemplazo de los agravios. La luz que alumbre a las sombras. Pullaro y Santoro eligieron que su fotografía se hiciese pública en el mismo momento que se la tomaron, porque nada teníanque ocultar, al contrario. Tal vez el día en que reconozcamos que la sinceridad y no la hipocresía, es un valor fundante en la memoria de los pueblos, podamos alcanzar muchos más éxitos y objetivos comunes a la luz pública, sin esconderse y sin mentir. Sin que encontrarse públicamente con un ocasional adversario político no nos de miedo. Entonces tendremos una democracia madura y una república posible.

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