En tiempos difíciles o ante situaciones de crisis, casi siempre aparece un elemento que nos transporta y nos aleja de los problemas cotidianos. Como un bálsamo que nos lleva a una mirada interior y a flotar en un universo diferente, lejos de aquellas cosas que nos afligen o nos preocupan. Esa sensación, en la mayoría de los casos, es lo que logra la música, como un idioma universal de la paz, sin fronteras. Sin nada ni nadie que la detenga, por encima de las ideologías y las diferencias. La música es y será siempre un elemento unificador. Un puente tendido que nos hermana. Ese es el ambiente que se pudo observar en la visita que le hicieron al gobernador Gustavo Sáenz, alumnos de cuarto y quinto año del colegio San Francisco Solano de la localidad de Embarcación, quienes visitan Salta en viaje de estudios. El gobernador, un amante de la música romántica y folclórica, empuño rápidamente la guitarra para entonar la zamba Por esas cosas, que supieron grabarla, entre otros, Los Chalchaleros y Los Changos. Antes de eso, hizo entonar a uno de los alumnos en un clima distendido de confraternidad.
El nombre del colegio de los alumnos de Embarcación evoca la figura mítica de Tatacu, tal como lo conocían idioma quechua a Francisco Sánchez Solano Giménez, popularmente conocido como San Francisco Solano, el monje franciscano que recorrió evangelizando el vastísimo territorio que va desde la Chiquitanía boliviana hasta Santiago del Estero. Francisco Sánchez Solano, nació en la aldea andaluza de Montilla, un 10 de marzo de 1549 y murió en Lima, el 14 de julio de 1610. En los 61 años que transcurrió su fructífera y sacrificada vida se destacó como un predicador asombroso desde joven. En 1589, el rey Felipe II consideró que debía enviarse misioneros hacia América y así fue que Francisco, luego de sobrevivir a un naufragio, al que muchos le atribuyeron carácter milagroso, se adentró en el chaco boliviano y paraguayo. Algunos dicen que llegó hasta Uruguay. En soledad llegaba a poblaciones indígenas bravías y tenía una suerte de don de lenguas, que le posibilitó comprender y aprender con facilidad los diferentes dialectos originarios. Cuando parecía que iba a ser atacado tomaba con una mano el crucifijo y con la otra su violín. Y así recorrió miles de kilómetros caminando y ejecutando con dulzura el violín, lo cual le abrió una puerta incomparable en los espíritus de quienes llegaron a venerarlo. Existe una leyenda en la localidad tucumana de Trancas, en que luego de soportar una larga sequía, llegó Tatacu con su violín e hizo llover torrencialmente. A tal punto que todos los que lo rodeaban fueron a guarecerse mientras él seguía tocando abajo del aguacero en acción de gracias. En la Chiquitanía fundó una escuela de lutier que permanece hasta el presente, con gran éxito. Es el patrono del folclore argentino.
Ese legado del Santo del violín es el que vive en el alma de Salta, cuna de poetas y cantores, por eso como decía el poeta español León Felipe: el día que los pueblos sean libres, la política será una canción. La que fue replicada por Jaime Dávalos y Eduardo Falú en Canto al sueño americano. Los visitantes quisieron cantar y el gobernador se acopló a esa expresión inigualable de los seres humanos, con la esperanza de que entre todos podamos construir una Salta que sea una canción. Esos jóvenes se lo merecen.