Tres tristes tigres

No es un juego de palabras, sino una escena entre patética y humorística la que se vivió en el salón del Hotel Alejandro I con motivo de la visita de Martín Menem y Karina Milei, con el pretexto de bendecir como dirigentes al autopercibido gato sobre la leña, nuestro chapatín salteño, Carlos Raúl Zapata, a la sirenita de ébano Emilio Orozco y su protector aceitunero Alfredo Olmedo, alineados como una suerte de planetas desorbitados en la galaxia libertaria. Los ungidos por el Jefe y el presidente de la Cámara de Diputados no aprovecharon algo que en el argot del mileismo es fundamental: ciertas alabanzas al jefe y al mesías. Martín Menem, hábil de reflejos dijo que Karina es su madre política, lo que lo coloca al igual que su primo Lule en una permanente grilla de largada. Martín Menem pasó de ser tercero en los comicios a gobernador de La Rioja a presidente de la Cámara de Diputados de la Nación si tocar tronera, como dicen los antiguos jugadores de billar. Sin duda, de política algo sabe. Allí en La Rioja vive el demonio aceitunero salteño, quien siempre prefirió las peleas de gallineros a saber aprovechar con miras más altas las construcciones políticas, que sin duda lo exceden. Zapata es como carro repartidor, no importa dónde para ni estaciona, sino como se vende. Así fue transcurriendo y discurriendo sin ruborizarse de Sergio Massa a Javier Milei. Los tres tristes tigres sentados junto a Menem en el escenario se olvidaron que si algo está clarísimo en La Libertad Avanza es de quien son los votos. No son ni siquiera de Karina. Los votos son de Milei y también fue evidente que el presidente suma pero no transfiere. Mal no le fue. Los Menem lo entendieron. Zapata, Olmedo y Emilia todavía no ¿lo entenderán?

La diferencia entre el tigre y los leones son grandes. Por ejemplo el tigre es territorial y solitario. Los leones, además de ser más corpulentos, son mucho más sociables y por algo se los considera los reyes de la selva. La territorialidad y la opería, a veces van de la mano. Entonces, por ejemplo Zapata, decidió salir a diferenciarse de Juan Carlos Romero, que no estuvo en el acto, cuando hay una movida para encumbrarlo como presidente provisional del Senado. Algunos miles de favores le debe Zapata a Romero pero su naturaleza es para las fábulas de Esopo, nadie más idéntico que al relato del escorpión y la rana. Cada vez que alguna rana lo ayudó a cruzar algún charco, terminó por morderla y matarla. El líder de las aceitunas que se traga los carozos con sus rasgos atiplados en la voz, otro tanto. Y Emilia alcanzó niveles de egocentrismo inversamente proporcionales a la extensión de su carrera política y decidió que una dirigente libertaria como Alba Quintar quedase fuera del acto. No se hizo esperar Alba para que a Emilia se le haga la noche, le dijo de todo menos linda.

El resumen de una visita que pudo haber fortalecido al espacio quedó reducido a las reyertas de pago chico. Los tres tristes tigres no alcanzaron a esbozar ni una sola idea libertaria para Salta; ni que hablar de la falta de propuestas. Martín Menem pareció haber sufrido de una suerte de descompensación aérea en zona de turbulencias, porque parecía un vuelo tranquilo hasta que hablaron los pilotos locales y los asistentes se ajustaron los cinturones. Y el jefe Karina, tomó nota, que ya se sabe, silenciosamente va anotando a quienes después serán eyectados sin remordimiento. Sino que le pregunten al cortito Ramiro Marra que hasta adelgazó y se puso de novio con tal que lo acepten de vuelta. O a Carlos Maslatón que ante tanto despecho prefirió congraciarse con la mismísima Cristina Kirchner. Claro que a Zapata el kirchnerismo no le provoca tanto espanto que al resto de los libertarios, porque ya supo compartir fórmula con Emiliano “Zamba de Vargas” Estrada. Le dicen así porque no entiende cómo forman los riojanos en el entrevero. En fin, tal vez Don Quijote les pueda explicar que no se trata de ínsulas sino de encrucijadas ¿Sabrán qué significa?

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