Anoche los argentinos escuchamos un discurso grabado y leído de 16 minutos de
duración, donde el presidente celebró, luego de cuatro meses de gestión, una suerte de
laberintos financieros que traducidos al criollo parecerían indicar que bajó la inflación y que el
déficit fiscal se empardó con el de 2008. Ningún otro anuncio.
También afirmó que lo peor ya pasó. La estética del discurso llamó la atención. No hay más edecán militar detrás del presidente. Un símbolo de autoridad que desde hace más de un siglo se preservaba, gasta la
asunción de Javier Milei. En vez del edecán militar de turno, Milei hizo parar a su costado al
Ministro de Economía y al otro, al presidente del Banco Central, Santiago Bausili. Los felicitó a
ambos. Parece haber olvidado que ambos funcionarios siguen siendo socios de la financiera
Anker, lo que de por sí, genera una incompatibilidad absoluta para el desempeño de los cargos
que actualmente ostentan.
Aprovechó el presidente para culpar a sus enemigos habituales, con la excepción de los gobernadores. Seguramente, alguien de su entorno le recomendó que esa pelea podría significar su ruina política a futuro, en caso de continuar. Lo que tampoco dijo es una sola palabra respecto a los jubilados. Este sector por efecto de la licuación de pasivos es el más brutalmente castigado por el ajuste que puso en marcha a partir del 10 de diciembre.
Tampoco se refirió a la marcha federal sobre la educación pública universitaria, a la que hoy en
su programa, el periodista Eduardo Feinmann, aseveró que concurriría con gusto porque el
motivo de la movilización es justo.
Contrariamente, el gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, el único en el país que tomó la
decisión, decretó la creación de un fondo solidario que beneficiará a más de 20900 jubilados
salteños. La decisión del mandatario salteño, de fuerte contenido humanista, viene a poner en
claro que el sector más desvalido de la sociedad necesitaba contar más fondos para poder
sobrevivir.
Fuentes cercanas a Sánez lo escucharon decir que lo que más lo mortificaba, es la
voracidad bestial del ajuste con respecto al sector pasivo, cuyos ingresos se mermaron
prácticamente c condiciones irrisorias como efecto de la licuación. Curiosamente esa licuación
que arrasó con los salarios y ahorros de la clase media y de los trabajadores, es festejada
todavía por un vasto núcleo duro que piensa que semejante sacrificio traerá un alivio posterior
a los argentinos.
Sin embargo, no se escuchó a ningún funcionario del gobierno nacional, ni mucho
menos al presidente, explicar cuál será el plan de reactivación del consumo una vez que logre
sostener la baja de la inflación y el mantenimiento del déficit fiscal a menos de un dígito.
Expertos en la materia, están preocupados por el programa capitalista financiero
implementado en la Argentina, debido a que existen vastas áreas sociales arrasadas cuya
capitalización en el futuro inmediato aparece como misión imposible.
Sería auspicioso para la estrecha mirada del gobierno nacional en la órbita social en emergencia, se ensanche, para que asalariados y jubilados dejen de ser una planilla Excel y los pueda conmover en que no
tienen ninguna posibilidad de mejorar, a menos que existas gobernantes con un mínimo de
sensibilidad social.